Como un anzuelo, se suele pensar que el amor pesca cuantas almas pares puede encontrar. Se me designó la prenda de etiqueta, para merecer esto. Un ramo de flores que tiene el particular aroma a masculinidad. Un cetro de reina, donde posar las miradas del los semidioses, y entender que el cielo está plagado de electricidad. No pongas los dedos en el enchufe, cariño./// Dulces veladas, a plena luz de una ampolleta semidesnuda, y rodeados ambos de paredes indispensablemente cerradas; se cree que la intimidad se concreta tras ladrillo y estuco, y mientras emerge la vida monótona tras este fuerte, los dos nos exploramos las rutas seguras. Comencé por quitarme los pétalos marchitos, aún sabiendo que los pistilos tienen todavía las puntas verdes. Pero no logro encontrarme en él./// No es él. Soy yo.///Rodamos en su espacio, mientras mis dedos se aventuran en su cuerpo, mezclándose con su piel, blanca como el frío que suele hacer en este tiempo. Los suyos buscan protegerme y yo no sé todavía bien de qué, pero alguna parte de mi mente sí sospecha. Y tengo tanto terror como cualquiera, sólo que a mí me paraliza antes de tiempo. Su ser en cierne se tornó turgente al tacto, sensible a una brisa de mar, y mi lengua estaba lejos de alcance, en otro paradero. Suelo apoyar mi cabeza en su pecho, sentir el temblor de su corazón, y se irradia de magia, se inunda de movimientos, me busca, me quiere, me necesita allí y en ese momento, y yo quiero ser a quien necesita. Siempre estoy espectante de su fuerza, y cumplo mis propios otros deseos. Menos dejar de tener miedo. Su alma esta repleta de anhelos lejanos, que a veces convergen con el momento, y a veces tienen la sensación de dejarlo todo claro; no es lo mismo ser un desgraciado a que te digan que lo eres. Me contó lo que le han dicho muchas veces, y me molesta que suspenda la felicidad que lo embarga porque quiere hacerme feliz así con su vida. Quiérete un poco, hombre, ¡por Dios!. Acaricio su pecho, sus brazos, su cara, su cabellera, sus labios, su frente, sus ojos, sus rodillas, mientras nos besamos. Beso su transición entre directriz y maquinaria, y vuelo al espiral de su oreja, a la otra, al centro, y jamás dejo de sentir que es él y no otro personaje. Siento unos breves instantes conmoción en mí, y quiero que siga moviéndose. A veces creo que más que deseo, experimento una cierta ternura universal. A veces siento que sólo falta un elemento para darme cuenta que haremos tanto más allá de dos cuerpos, cuando sobrepasen las metas de mi confianza, quizá con la sensación de haber comenzado de prisa, ir deteniéndome a pulso, tentar la suerte en cada acto y acertar. Desarrollamos en los cielos negros la vista infrarroja, para encontrarnos sin perder tiempo. me abraza fuerte, siempre agradece estar suspendido de mis brazos, y ver en mis ojos y juntarlos con los suyos...///Hace poco, hemos descubierto que éramos dos búsquedas infructuosas, al parecer del tipo de hallazgo que se ve desde fuera, y no se lo encuentra del todo. Todos saben que andamos de manos atadas, que saboreamos nuestro sabor a hombre yo, a mujer él; todos ven el bien en nuestras acciones, y la posibilidad de volvernos otras personas, como si el amor fuera capaz de volverlo mujer y volverme hombre, como siempre se sueña cuando se habla de piel. Lo que no ven no saben inventarlo, y eso nos ha dado ventajas. Que piensen majaderías inútiles, nos vemos todo el tiempo, y cuando nos vemos, somos certeza.///No cualquiera puede decir lo mismo.