lunes, 29 de octubre de 2007

Al borde de la cornisa

Esto para mi es un fluir y fluir, como si de repente el ocaso asomara, y despareciera a su propio antojo. Qué busco, me preguntas, y yo respondo ¿Acaso crees que busco algo?. Te doy besos, y te conviertes en aire, fresco y limpio, frío y seco, para ahuyentar los deseos de mi cuerpo. Qué gusto me daría si sólo fuésemos dos, y aún siendo eso que nos ve la gente, pudiéramos estar más juntos que antes, más cerca uno del alma del otro, no preguntar tanto, encontrar respuestas antes. Sólo pensar./// El vagabundo incesantemente repetía su salmo diario. Juraba haberse visto de blanco, cuando la lluvia teñía de gris hasta a las nubes, y su cuerpo aún conservaba los estertores de la bebida. La mujer era una nítida botella de perfume, llena de savias y colores que en denodado azul, irradiaba la seguridad de tener todo lo que se desea en los 10 segundos en que se ve a los demás. Le acompañaba un animal no más grande que la media de su pantorrilla, el cual neurótico e infantil, ladraba a la escasa luz del sol asomada entre la pre-tempestad. Envidiaba el mendigo el cariño que la mujer prodigaba a su alrededor, y esperaba ver en el perro la misma mirada consolada de quien jamás ha tenido privaciones. "Si yo hubiera amado de tal modo a los que me amaban, habría sido mucho más rico que ella". Ya no es tiempo de lamentarse, señores.///Me han golpeado. estoy en mi baño, escondida en la tina, tratando de maquillarme porque mamá va a venir a visitarnos. Estoy todavía desnuda, porque mientras me maquillo voy lavándome la sangre de las piernas y brazos. Me gritó en el bar, y no estuvimos ni siquiera diez minutos... llegamos a la casa, y sin poder preguntarle porqué me gritaba, lanzó una mano hacia mi mejilla derecha, bofetada que sonó como una campana en mi cabeza. Siempre lo mismo. Que el vecino te está mirando, que tu ropa se te ajusta demasiado, que la niña esa te dice demasiadas cosas de mi, que todo, y que nada. Ahora estoy más frita que nunca. El vestido de hoy era floreado, con una cinta a la cintura, de esos mini vestidos que se usan. Me presenté en el bar, deseosa de pasar una tarde feliz, y tranquila, porque quería darle una sorpresa a mi marido. Y no pude ni saludar. Me cogió fuertemente del brazo y me dijo ¿Acaso así te paseaste hasta acá, donde todos los hombres te miran?. De ahí no recuerdo más. Me vi yendo de una sala a otra, de una habitación a otra, mientras reclamaba por un rato de silencio, para aclararle que quería estar con él y decirle lo que me sucedía... Su bastón abrió mi piel de forma dolorosa y certera. Casi me desmayé. Clamo por que pasen las horas, mi mamá se vaya y pueda dormir. Sólo dormir./// Caminaba aquella, con el perrito en sus brazos, ajena a las luces de los locales que vendían joyas, ropa, y aderezos para su cena. Buscaba El letrero verde, con letras moradas y negras. Su perro clamaba por un trozo de carne, o su comida especial, ya que habían pasado las horas y no habían vuelto a casa. ¡Lo encontré! dijo la mujer, y en ese instante, abrió su minúsculo bolso, sacó unos trozo de comida de distintos colores, y los depositó en un platillo... en los diez segundos en que volteó para ver a su alrededor, notó la maraña de transgresiones nocturnas que afeaban las calles de la ciudad. Entonces, su punto cúlmine fue la figura hosca y burlona de un hombre recostado en la vereda. Las miradas de ambos fue un haz de fuego y luz. Ella hizo una mueca de asombro, y él no pudo reconocer en ella un pasado infernal. De cuando en cuando, la gente se reconoce como tal. Ladrón o santo, Leal o traidor. Entró al local, y el viejo hombre volvió a su común y corriente lástima hacia sí mismo./// Eludiste mi pregunta. Lo hiciste con gracia. Pero es una lección que aprenderé...//o//
Cracovia, 1975