No somos seres celestes, me doy cuenta. No somos siquiera seres normales, sino una maraña de secretos que a simple vista no tienen razón de existir. Ni de mencionarse. // ¿Por qué nos conocimos demasiado tarde? ¿Desde cuando el tiempo fue de la manera en que nos mostró su naturaleza, siendo amigos desde mucho, muy amigos hasta hace poco, y un amasijo de pasión unos días atrás?// Hubiera preferido un encierro de mil años de vida en la cárcel de Alcatraz, que estar en el aprieto de no volverle a mirar a los ojos, de envolver mi vida en lo cotidiano, para dejar de pensar que algo de su interior sigue pensando en mí... quizá, en otras vidas, para vivirlas, del amor que hubiéramos gozado a todas anchas, sin escondernos, sin avergonzarnos, sin daños a otros, quienes nos esperan en casa, para leer en nuestros ojos la dicha de haber elegido por obra y gracia de nuestro intelecto.// Señor Fabio, estoy completamente segura que en su vida hay una grieta, calando hondo en sus huesos, desde que nos conocimos, y que yo, infinitamente ingenua, no me di cuenta que también la poseía, antes que usted. Y que necesité ser imposible de obtener a la luz del sol, para que despertase de mi idílico sueño, lleno eso sí de llantos y esperas, angustias y desilusiones, y una gota del venenoso zumo de Baco, para involucionar hacia mis deseos. Sus ojos, impenetrables sendas hacia la selva amazónica, desesperadas jornadas que halla llevado hasta aquí, cerca de mí, aún sin amarme ni pensar en quien soy... //Un lámpara apagada, y la noche llega a merced del sol. El hombre se levanta de su cama, dispuesto a remecerse el hastío y el sueño, pronto a seguir las rutinas milenarias. Ve a su lado, y una silueta sinuosa y profundas curvas estremecen su curiosidad.//¿Quién soy para hacer el milagro de la noche? Toma la materia desde donde proviene la silueta, y se convierten en uno solo, otra vez. Una tras otra, las voces van desgarrando el aire circundante, limpiando la atmósfera del odio, vertiéndose elíxires y fragancias indisolubles// He vuelto, Señor Fabio. He dejado un camino hacia mi locura. He vuelto de nuevo a ser yo misma, y a entende que lo nuestro es sólo un espejismo en medio de la solitaria reunión de las gentes de toda época, al calor de la noche, bajo el farol de la ignorancia y el silencio obligado.
Me temo que si le vuelvo a ver, moriré de dolor. Y usted seguirá su curso. Y eso es lo que más me aterra.
Desaparecer.
Escocia, 1981
somos libres al escribir